Por: Fernanda Floresgómez y Rodrigo De Lira

Este fin de semana, la Compañía de Danza El Cuerpo Mutable / Teatro de Movimiento -dirigida por la coreógrafa Lidya Romero- presentó Paisaje transfigurado en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario de la UNAM.

El programa, dividido en las obras de naturaleza distinta Paisaje transfigurado y Tres tercios, comenzó con un video de camisas tendidas, como si estuvieran suspendidas en el aire. Luego, aparecieron bailarines con camisas blancas puestas al revés y la espalda descubierta. Su baile involucraba solo el movimiento de la espalda, con pasos acentuados. Éstos iban a la par de la música -en aumento- provocándoles diferentes estímulos. Se notaba cómo entre ellos podían sentirse, sincronizados de tal forma que, generaban una conexión.

Después, la formación se rompió, la iluminación comenzó a subir y empezaron a bailar en un estilo contemporáneo. Jugaban con los cuerpos, el movimiento, iban contando una historia a través de sus interacciones, con una técnica y precisión impresionante; se podía sentir el pulso y el ritmo del grupo.

Los bailarines entonces salieron y en la parte superior se vieron dos cuerpos desnudos colgados sobre unas telas, mientras sonaban campanas. Esta impactante y bien lograda escena fue una representación de lo cruda que puede llegar a ser la violencia en México.

Regresaron los bailarines, pero con camisas hechas con estampados de banquetas. La música, la iluminación y la dinámica cambió. Parecía que se encontraban en una duna y ellos eran animales que representaban la lucha por la supervivencia, la traición, el amor, la compañía y la unión, todo a través de la música y el baile.

Al finalizar la presentación, Lidya Romero y el músico Mauro Gómez realizaron una protesta, explicando que no pudieron mostrar la pieza Tres tercios a solicitud de la UNAM por amenazas de grupos antitaurinos.

Se invitó a los asistentes a pasar al escenario. Se les entregaron camisas blancas y enseñaron los movimientos que realizaron al comienzo de la obra. La audiencia se volvió una con los bailarines, conectaron con ellos y la música.

Posteriormente, se sentaron en círculo y, se explicó la pieza y su construcción. Cómo existieron momentos de improvisación, el simbolismo detrás de los pasos, el rechazo a la violencia que se buscó transmitir, y la unión entre la luz, música, movimiento y vestuario.

A pesar de lo ocurrido, el público fue llevado a un paraíso estético realmente hermoso, a través de una puesta artística muy recomendada.