Por: Salma Gómez
Basada en el México de los 50’s, en donde la prensa lo podía todo y su palabra era absoluta, la puesta en escena A ocho columnas irá de la mano con la comedia para mostrarnos la polarización de la sociedad, en cuanto a intenciones se trata.
La integridad de Carlos, un joven periodista, se verá en juego, frente al cinismo y la corrupción que habita en su lugar de trabajo: El Mundo, el periódico más famoso y prestigioso del país, con un poder inmensurable e intocable, que te alaba y posiciona como el mejor o te destroza y difama sin piedad.
La pasión e inocencia de Carlos lo entusiasman en cuanto a su porvenir en el periódico. Se trata del primer reportaje que llevará su firma. Una entrevista a quien fue en algún momento su maestro, un hombre que, a su parecer, está haciendo las cosas bien en el gobierno; algo que nos suena raro, incluso hoy en día. Es la primera oportunidad que tiene para dejar el anonimato y darse a conocer en el ojo público, para informar con veracidad e imparcialidad. Sin embargo, Carlos no sabe que su ídolo se está metiendo en donde no debe y está molestando a personas que pagarían lo que fuera para derrotarlo, sin importar el costo.

Carlos, quien también es un romántico y anda tras Chelita, la secretaria de El Mundo, tendrá una evolución inesperada dentro de la trama. Detrás de sus ganas de ser justo, encontrará varios obstáculos, entre ellos: una amante de cualquier chisme relacionado con la crema y nata de México; la mano derecha del Director, un hombre que se rige por la ambición, dejando a un lado la ética profesional y; por último, un amigo un tanto patán.
La historia se desarrollará todo el tiempo en la antesala de la Dirección del periódico y las luces jugarán un papel importante para crear la atmósfera y saber de qué hora del día se trata o si viene un momento de suspenso. En cuanto a la escenografía, destacan las paredes traslúcidas que dejan ver las sombras de aquellos que se acercan a la antesala. Es fácil adivinar quién está por hacer aparición, ya que se hizo un increíble trabajo visual en cuanto a la silueta de cada personaje, desde los peinados que usaban las mujeres en la época, los vestidos ampones a la rodilla y el elegante sombrero de un hombre. De igual manera, existe buena atención al detalle sobre la ambientación y la vestimenta que te transportan a un tiempo, en donde frases como: “Hágame la caridad”, “Dispense usted” y “De aquí pa’l real”, eran parte del vocablo popular.

La obra original fue escrita por Salvador Novo en 1954 y es Fernando Bonilla, un joven director, quien se encarga de dar vida a esta pieza sesenta y cinco años en el futuro. Las actuaciones de cada personaje son memorables y distintivas. Inclusive, podrían rayar en un tono ridículo y movimientos exagerados; sin embargo, esto no sucede, pues se llevan con inteligencia y se logra una hipérbole de la sociedad en aquella época y de la que aún no nos podemos zafar del todo. Una sociedad con hipocresía, machismo, injusticia, cinismo, corrupción, chismes y, sobre todo, el comunicar e informarse sin responsabilidad.
Presentada en el Teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque, A ocho columnas nos permitirá reflexionar sobre cómo han cambiado los medios de comunicación durante los años, comparar aquello que sucede en la actualidad y cuestionar la manera en cómo nos informamos día con día. Puede que ya no sea la prensa el único medio con la última palabra, ya que cada vez más nacen nuevas plataformas y, por tal motivo, toma mayor importancia el comunicar con veracidad. Es una excelente pieza para hacer una introspección alrededor de nuestra ética, valores y principios.
Funciones: lunes y martes 20 hrs.
Calificación: 4.5 de 5 estrellas.
Fotos: Paola Chong