Por: Brandon Celaya

El 8 de marzo de 2022, Palacio Nacional amaneció con el mensaje ‘México Feminicida’. Un día anterior, el presidente Andrés Manuel López Obrador advirtió que en la marcha de mujeres en conmemoración al Día Internacional de la Mujer habría violencia e hizo un llamado a las manifestantes a no caer en “provocaciones”. El discurso iniciado durante la Guerra Sucia para criminalizar a las movilizaciones campesinas y estudiantiles, se reutiliza en el actual sexenio para deslegitimar la marcha feminista del 8M. Se criminaliza la rabia

La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie explica en su libro Todos deberíamos ser feministas que, a las mujeres se les prohíbe el derecho a expresar su rabia. En este texto, Ngozi relata la manera en que un hombre le recriminó expresarla: “La rabia, me decía aquel tono, es particularmente indeseable en una mujer. Si eres mujer, no tienes que expresar rabia, porque resulta amenazador”. 

En México, hay muchas razones para rabiar.

Según el Instituto Mexicano para la Competitividad A.C., una mujer gana 86 pesos por cada 100 que gana un hombre.

Para 2021, se contabilizaron 969 presuntos feminicidios de acuerdo con los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

La rabia carga los nombres de Marisela Escobedo, Ingrid Escamilla, Fátima y miles de mujeres y niñas más. 

Rita Segato, antropóloga y activista feminista, ha dedicado gran parte de su labor intelectual en explicar la violencia machista. En su libro Contra-pedagogías de la crueldad escribe: “Las primeras víctimas del mandato de masculinidad son los hombres… Las mujeres hemos identificado nuestro propio sufrimiento y hablamos de él. Los hombres no han podido hacerlo. Una de las claves del cambio será hablar entre todos de la victimización de los hombres por el mandato de masculinidad y por la nefasta estructura corporativa de la fratría masculina”. 

La antropóloga explica que, la estructura patriarcal que deriva en la violencia de género tiene su génesis en la “formación del hombre” a través de ritos violentos. La historia de la masculinidad se conforma por una necesidad de “mostrar y demostrar que se tiene ‘la piel gruesa’, encallecida, desensitizada, que se ha sido capaz de abolir dentro de sí la vulnerabilidad que llamamos ‘compasión’ y, por lo tanto, que se es capaz de cometer actos crueles con muy baja sensibilidad a sus efectos”. 

La violencia de género, explica Segato, también se da en contra de los hombres durante su proceso de socialización, como machos “obligados a curvarse al pacto corporativo y a obedecer sus reglas y jerarquías desde que ingresan a la vida en sociedad. Es la familia la que los prepara para esto. La iniciación a la masculinidad es un tránsito violentísimo”. 

Por lo anterior, una de las conclusiones a las que llega la activista es que “los hombres deben entrar en las luchas contra el patriarcado, pero no deben hacerlo por nosotras y para protegemos del sufrimiento que la violencia de género nos inflige, sino por ellos mismos, para librarse del mandato de masculinidad”. 

Ngozi Adichie apunta que los hombres se sienten amenazados por la idea del feminismo. Este temor “viene de la inseguridad que les genera la forma en que se les cría, del hecho de que su autoestima se vea mermada si ellos no tienen ‘naturalmente’ el control en calidad de hombres”, explica la escritora. No obstante, Ngozi menciona que, para ella, “feminista es todo aquel hombre o mujer que dice: ‘Sí, hay un problema con la situación de género hoy en día y tenemos que solucionarlo, tenemos que mejorar las cosas’. Y tenemos que mejorarlas entre todos, hombres y mujeres”. 

Foto de portada: Nick Collins