Por: Mauricio Medrano

El día de hoy, 25 de noviembre de 2020, será recordado por los amantes de la redonda como el día en que murió Diego Armando Maradona Franco.

El Pelusa, como muchos lo conocían, dejó una huella imborrable en el fútbol, y sobre todo en el hincha argentino.

Su debut como profesional se dio en el club Argentinos Juniors, a unos días de que cumpliera 16 años, justamente en el estadio que ahora lleva su nombre.

Dos años más tarde, en su natal Argentina y sin él, la selección mayor obtuvo su primera Copa del Mundo. El tiempo lo esperó pacientemente.

En 1979, Diego le dio a su país la primera Copa del Mundo Sub-20; siendo Balón de Oro en aquella época y un chico que prometía mucho.

Por su actuación, Boca Juniors -uno de los más grandes clubes de Argentina- lo fichó. Jugó ahí un año, consiguió el campeonato nacional, y tras el Mundial España ‘82, el FC Barcelona fue el destino para que brillara en Europa. En sus dos temporadas con el club catalán, ganó la Copa del Rey, la Copa de la Liga de España y la Supercopa de España. En 1984, llegó al Napoli de Italia, ovacionado en un estadio totalmente lleno. El Diez inició entonces la etapa más fructífera de su carrera, marcando 81 goles y 47 asistencias en 188 partidos, y consiguiendo (con un equipo que no figuraba en el radar) 2 Serie A, 1 Copa Italia y 1 Supercopa de Italia, además del primer y único título internacional, la Copa de la UEFA.

En medio de toda esa proeza, se dio a conocer al planeta entero al ganar el Mundial de México ‘86, metiendo dos goles -en el partido más icónico de la época para los argentinos y los ingleses- que quedarán para siempre en los libros de historia. En el primero, Maradona recibió un centro y metió el gol con la mano, lo que luego se bautizó como “La Mano de D10S”. Después, el 10 argentino encaró a medio equipo inglés desde mitad de cancha, para marcar el «gol del siglo».

Posteriormente al título ganado en el Estadio Azteca, Diego se convirtió en un icono para Argentina y el mundo. Tanto así, que en el Mundial de Italia ’90, puso a los napolitanos a alentarlo por encima de su propia selección, cuando jugó la semifinal en aquella ciudad. Ese efecto sólo lo logró el astro argentino. Lastimosamente, ese fue el último mundial que jugó al cien por ciento; llegando a dos finales consecutivas, algo que nadie más hizo.

Después de su última experiencia en Europa, jugando para el Sevilla de España, regresó a Argentina. Jugó en Newell’s Old Boys de Rosario. Después de muchos incidentes, volvió a portar la camiseta argentina, hasta que -en 1994 contra Nigeria- dio positivo por consumo de drogas, terminando su participación con la selección; jugando un total de 91 partidos y convirtiendo 34 goles.

Al retirarse, asumió varias veces el cargo de director técnico. Comandó a su país en el Mundial de Sudáfrica 2010; y vino a México a dirigir en la División de Ascenso con Dorados de Sinaloa, equipo con el que llegó a 2 finales de ascenso consecutivas. Finalmente, regresó a su país para dirigir a Gimnasia de La Plata.

Este año, llegó a sospecharse de un posible contagio por COVID-19. Hace unas semanas, fue intervenido por un hematoma subdural crónico entre el cráneo y la base del cerebro. Hoy, sufrió una descompensación cardiorrespiratoria, pero no resistió y, el astro falleció a los 60 años de edad.

Ilustración: Lucas Levitan